Tango que me hiciste bien

Crecí en un ambiente multicultural muy lejos del tango, aunque de algún modo el 2x4 supo arreglárselas para estar siempre entre mis sonidos predilectos. Un día, hace algunos años, el Tango resolvió que ya habíamos tenido suficiente de caminos separados. En mi compleja vida profesional empezaron a sumarse cocktails y reuniones internacionales en los cuales me preguntaban por él, asumiendo que como era porteña lo sabía bailar, forzándome a responder (mentir) “sí- pero no muy bien”. Finalmente, mi agenda tuvo un inminente congreso internacional en Buenos Aires. Tenía solo tres meses para transformarme en una anfitriona “porteña y bailarina”. Y así fue que resolví tomar clases sin faltar y sin llegar tarde, como quien asiste a un curso de posgrado. Tuve una enorme suerte: Di con una pareja de excelentes bailarines que además sabían enseñar con seriedad, claridad, paciencia y simpatía. No sólo lograron que bailara en tres meses, sino que me transmitieron un profundo sentir. La rápida capacitación profesional se terminó transformando en un “curso indefinido” con ellos y con otros profesores de diferentes estilos, hasta encontrar el mío. Fue entonces cuando el tango dejó de ser una danza y pasó a ser “Tango”, con nombre propio. Tango: mi amado, mi amante, mi compañero. Nuestro lugar de encuentro es la pista. En alguna tanda, inesperada y mágicamente, su música abraza firmemente mi corazón. En ese momento se eriza mi piel, cierro mis ojos y le entrego mi amor. 

Pol  de Buenos Aires

No hay comentarios:

Publicar un comentario