Tango is a virus

William Burroughs  dijo alguna vez… el lenguaje es un virus venido de otro planeta… propongo el tango como un virus que salió de las aguas del riachuelo. Porque el tango es urbano, más exactamente porteño aunque con la suficiente dosis de  universalidad como para extenderse y asimilarse  tanto en Japón como en Suecia. Y uno puede sentirlo suyo, ya sea en los cañaverales de Calamuchita como  entre los cardos pampeanos. Y yo crecí allí y no cabía en mis imaginaciones que me llegara a gustar ese sonido. Es que yo era pequeño y el tango grande. A los seis  escuchaba  todo lo  que había en casa, las colecciones de música clásica y brasilera, el beat, lo melódico, todo me gustaba, menos el tango. Había una tapa que nos hacia reír del “gran varón”  que se le veía asomando por la nariz una mancha lo que parecía era un moco, cosas de niños. Lo que no sabía, que esa mancha era el agujero por donde iba a pasar el tango. Porque el tango es existencial.
Y mis padres lo bailaban  y adquirieron cierta fama local. Y como no lo iban a bailar bien si eran de Berisso,  de los arrabales porteños de aquellos tiempos, cerquita del riachuelo. Y yo me sentía como un heredero de aquella foraneidad. Yo no se bailarlo, pero te aseguro que podría hacerlo muy bien. Y es verdad lo que cuenta mi hermana, en las fiestas se terminaba cantando, como no me voy a acordar que mi tía cantaba Nostalgias, mi padre trataba de afinar  lo imposible y mi tío, bueno, cantaba cualquier cosa, es la música de la familia.
No se cuál fue mi primer contacto, porque siempre estuvo, cuando viajábamos mi padre nos aburría con tangos y hablándonos de las maravillosas letras, en ese entonces no me parecían tales. Pero hoy cuando entro a Buenos Aires de madrugada al ver los quiosqueros abriendo, los repartidores descargar la mercadería,  porteros lavando la vereda o aún más los camiones lecheros entrando a la ciudad como cuando era pequeño, no puedo dejar de pensar en los sonidos de Piazzolla.
Dos amigos me hicieron redescubrirlo cuando terminábamos la noche canturreando por las calles, como perros aullándole a la luna. Hoy no soy un gran fanático pero siento que se cuela por todos lados.
Y perdónenme si les cuento todas estas cosas.

Fernando M. de Argentina

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